Todo el material de consulta e interes de mi area de desempeño profesional, como es RRHH, Seguridad Laboral y Ambiente, en cada una de sus subareas. Este material son enlaces para descarga de textos e informacion existente en la red, con intencion formativa y de crecimiento personal,asi como de complemento a las formaciones donde soy facilitadora, enfatizando en el autoaprendizaje.
viernes, 19 de enero de 2018
LA RESILIENCIA TÉCNICAS PARA SUPERAR UNA DEBILIDAD EMOCIONAL
LA RESILIENCIA TÉCNICAS PARA SUPERAR UNA DEBILIDAD EMOCIONAL
Renacer, como el Ave Fénix, Volver a empezar después de una pérdida. Seguir tirando a pesar de un cáncer. Recuperarse tras una adicción. La “resiliencia” es la capacidad de auto sostén.
Por qué algunas personas, niños o adultos, logran salir adelante después de haber sufrido situaciones adversas, traumatismos y amenazas graves contra su salud y su desarrollo en tanto otras quedan seriamente afectadas para el resto de su vida?
Hace dos décadas esta pregunta produjo un cambio radical en la manera de encarar las repercusiones personales y sociales que sufren los seres humanos después de una crisis severa.
Más que de una nueva forma de tratar el llamado estrés postraumático, se trata de una mirada distinta acerca de la manera en que los diferentes seres humanos afrontan las posibles causa de ese estrés: malas condiciones y vejaciones en la familia, reclusión en campos de prisioneros, situaciones de crisis, como las causadas por la viudez o el divorcio, las grandes pérdidas económicas o de cualquier otra índole.
En lugar de preguntarse por las causas de la patología física o espiritual que esas catástrofes generan, el nuevo punto de vista supone indagar de qué condiciones está dotada esa minoría; por qué y de qué manera logra escapar a los males propios de los llamados «grupos de riesgo”.
De los núcleos más expuestos se comenzó a trabajar con chicos de la calle y, dentro de ellos, con una minoría libre de las patologías a las que la teoría y las estadísticas parecían condenados fatalmente —alcoholismo delincuencia, adicción a las drogas, etc.—. Para convenirse, en cambio, en seres predispuestos a llevar una vida de proyectos y realizaciones en personas integradas y normales. Este fenómeno, denominado “resiliencia”, hoy es objeto del creciente interés de parte de educadores, psicoterapeutas y sociólogos. Se apunta a las potencialidades del sujeto (aquello que puede hacer bien) que a un pronóstico que lo condena por sus «fallas de origen” y al que sólo se puede ayudar rescatando a lo de lo que hace mal.
LOS TRES PILARES
Todos los seres humanos somos dueños en mayor o menos grado de una capacidad de resiliencia. Todos, niños y adultos, aprendemos a reponemos de las crisis, a seguir adelante.
El lenguaje, popular refleja muy bien el sentimiento de que sólo hasta cieno punto somos vulnerables y que —salvo casos extremos— la gente se recupera más tarde o más temprano: “La vida continúa” “hay que seguir tirando”, “el mundo no se acaba’hoy”, etcétera. Pero, mientras existen seres dotados en alto grado de una resiliencia natural, que a veces son vistos como invulnerables a la adversidad, existen personas que por diversas causas se entregan a situaciones de estrés cada vez más notables, que acaban en crisis depresivas o enfermedades somáticas. «Es como si les faltaran elementos en la caja de herramientas de la vida grafican muy bien las licenciadas Lea Teitelman y Diana Arazi, psicólogas y docentes especializadas en esta nueva óptica que apuntala los aspectos más positivos de la personalidad
“Existen tres pilares que sostienen la capacidad de resiliencia», explican Teitelman y Arazi:
1)La capacidad de juego. No tomarse las cosas tan a pecho que el temor impida hallar las salidas. Y en esto e sentido del humor, el “mirar las cosas como desde el revés de un larga vista permite tomar distancia de los conflictos. La creatividad, la multiplicación de los intereses personales, los juegos de la imaginación relegan esas causas de alarma a su justo lugar, relativizarlas para no deprimirse.
2)La capacidad de encarar las situaciones con un sentimiento de esperanza. Y para ello es fundamental tener al menos a alguien en quien depositar los afectos, admiración, qué sirven como guías y estimulo. Es lo que en el lenguaje común de los grupos de resiliencia se conoce como “engancharse”. Esto que viene a veces naturalmente con el modo de ser de La persona, puede ser estimulado por educadores y terapeutas. Son esenciales asimismo las llamadas redes de sostén o de contención, vínculos que enriquecen e impiden que la persona se sienta en una intemperie vital. Amigos, un maestro, una comunidad barrial, los grupos de resiliencia obran con apoyo y estímulo permanentes.
3)El auto sostén. Se puede resumir como un mensaje que la persona elabora para si misma. “Yo sé que esto me va a pasar”, se dice ante un mal trance. O sea: “Me quiero, confío en mí, me puedo sostener en la vida.
APRENDER DIVIRTIÉNDOSE
“La novedad que aporta la idea de resiliencia, corrobora la doctora Maria Cristina Chardon, que investiga actualmente en temas de ‘educación y salud, es que se dictan cursos a maestros y expertos en pedagogía para que enseñen a vivir de otra manera. Es curioso que actualmente los docentes consulten ahora cómo transmitir el sentido del honor, el gusto por el juego. »
La resiliencia es más que resistir a los embates, al temor a los riesgos, es tomar cada circunstancia adversa como un desafío que pone a prueba todas las potencialidades de un individuo. Reemplaza el temor a no poder por el aliciente de pasar airosamente cada prueba. Toma ese reto como una diversión, no como una desgracia que lleva ala consabida frase “Esto tenía que pasarme a mí”, pasando por alto que a cualquiera le puede pasar de todo El sentido de la resiliencia ayuda «abrir la puerta para ir a Jugar”. Vivir como dice Leopoldo Marechal: “Con ese estricto sonido del juego que suele hacer de la pena la rosa”
Esta idea de diversión bien entendida, se extiende a la escuelas a la hora de clase y de hacer la tarea. Enseñar y aprender con una sonrisa no ha sido tomado hasta ahora como algo compatible con el estudio tradicional, por algo llamado ‘serio”.
Hay en la adquisición de conocimientos un goce que suele ser robado al aula. Lo que el cambio de actitud intenta es evitar el estrés que con frecuencia produce la escuela cuando es vivida como un riesgo y una amenaza (“,Y si me aplazan?”; “Si me llaman hoy a dar la lección?”; «Como me fue —o me irá— en la prueba escrita?”) ¡Cuántos adultos han incorporado en su personalidad ese temor al fracaso escolar que muchas veces es responsable de posteriores frustraciones! Resaltar las aptitudes del alumno sin hacer hincapié en sus carencias es tema de los estudios actuales de la doctora Chardon. Otro aspecto de la capacidad resiliente llevada al campo de la educación y la salud.
LA TERAPIA DEL CIRCO
Volviendo a los chicos de la calle, los que por su condición de tales suelen tener mayores carencias (padres que se preocupen, maestros particulares, libros, lugar y tiempo para estudiar), es muy interesante la experiencia que se lleva a cabo en Chile. Se realizan talleres de circo con una frecuencia de tres horas un día por semana. Durante estos talleres los participantes son capacitados en las siguientes técnicas: malabarismo con clavas, pelotitas y argollas; acrobacia en el piso y saltos en trampolines bajos; piruetas y juegos de clown.
Todo en un ambiente de juego, música y humor. Cuando los participantes alcanzan niveles de capacitación que les permite elaborar y participar de números artísticos, éstos realizan presentaciones en su comunidad. Aparte de lograr un medio de ida, los chicos se integran fácilmente en la sociedad y al apartarse de un medio que los daña encuentran incentivos para desarrollarse en otras direcciones. Otra manera de modificar sin prédicas ni represión los hábitos negativos que los hacen sentir inferiores y excluidos. “Los chicos podemos salir de la calle y dejar de metemos en problemas, siempre que no den otros lugares por donde andar, un sitio para llegar y sobre todo alguien que nos acompañe a caminar.” (Testimonio de un chico de la calle, citado en varios trabajos sobre resiliencia.)
COMO FUNCIONA UN TALLER
En diversos sitios del país, el tema de la resiliencia da lugar a cursos y a la formación de grupos o talleres. El objeto de ellos es no sólo afrontar las dificultades, sino salir de ellas fortalecido con la capacidad poder superar escollos nuevos, reconociendo así que si bien toda crisis supone un riesgo, apareja también un oportunidad. Un taller de resiliencia, como lo afirman las licenciadas Gloria Domínguez y Lidia Osipiuk, consultadas por RUMBOS, que dirigen un taller sobre el tema incluye consignas y ejercicios. Sus metas están contenidas en el Mandala de la Resistencia, que ilustra esta nota y en recuadro sobre nuestros derechos.
El origen del término
Mientras estrés es un término tomado de la mecánica que define el esfuerzo al que está sometido un material (por ejemplo, una viga), resiliencia se usa en la física de los materiales para expresar la capacidad de recuperación de ese esfuerzo. Tal como un objeto abollado recobra su forma primitiva si tiene la suficiente elasticidad, los seres humanos dotados de una resiliencia natural o adquirida serán capaces de salir de un agotamiento causado por estrés traumático u otras causas. Los terapeutas intentan desarrollar en el paciente una mayor plasticidad interior.
Un poco de historia
En 1982 dos investigadores norteamericanos, que trabajaron en una Localidad muy pobre Hawai, siguieron la evolución de 505 individuos desde su etapa prenatal (1955) hasta su adulto, o sea durante 32 años. Buena parte de esos sujetos se crió en hogares sometidos al estrés de la miseria, la mala relación entre los padres, el alcoholismo y los abusos. A pesar de esas condiciones se observó que cerca de la tercera parte de esos niños llegaban a adultos bien estructurados moralmente y una con visión optimista acerca de su porvenir.
Se habló primero de chicos invulnerables por causas que se consideraron genéticas. El afecto recibido era siempre la clave de esas excepciones afortunadas. De allí surgió la necesidad de pasar de la idea de invulnerable a la de resiliente, aplicada al ser humano capaz de generar sus propios recursos para salir fortalecido de situaciones que no son tomadas como la fatalidad de un destino sino como un desafío que alecciona y estimula.
Para consolidar la resiliencia, tenemos derechos:
1 A ser tratados con dignidad y respeto.
2 A equivocamos y ser responsables de nuestros propios errores.
3 A tener nuestras propias opiniones y nuestros propios valores
4 A tener nuestras propias necesidades, tan importes como las de los de demás
5 A experimentar y expresar nuestro pensamiento propio, así como a ser sus únicos jueces.
6 A cambiar de opinión, idea o línea de acción.
7 A protestar cuando somos tratados con injusticias
8 A intentar cambiar lo que no nos satisface.
9 A detenernos a pensar antes de actuar.
10 A pedir lo que queremos. A hacer menos de lo que humanamente somos capaces de hacer. A ser independientes.
11 A decidir qué hacer con lo que es nuestro, con nuestro propio cuerpo y nuestro tiempo.
12 A sentir y expresar el dolor.
13 A ignorar los consejos.
14 A rechazar peticiones sin sentirnos culpables o egoístas.
15 A estar solos aún cuan do otros deseen nuestra compañía.
16 A no justificamos ante los demás.
17 A no responsabilizarse de los problemas ajenos.
18 A no anticiparse a las necesidades y deseos de los otros ni estar pendientes de su buena voluntad.
19 A no responsabilizarse de los problemas ajenos
20 A no anticiparse a las necesidades y deseos de los otros ni estar pendientes de su buena voluntad.
21 A elegir no comportarnos siempre de una manera positiva o socialmente convencional
UN MODELO DE SUPERACIÓN:
Boris fue un niño judío nacido en Ucrania, que residía en Francia al comenzar La Segunda Guerra Mundial. Cuando tenía seis años, logró escapar de un campo de concentración nazi del que no saldría vivo ningún miembro de su familia. Durante dos años vivió todo tipo de peripecias, hasta que finalmente fue instalado por la Asistencia Pública en una granja para huérfanos. Allí pasó su infancia y parte de su adolescencia.
Y su historia no sería demasiado diferente de la de millones de niños si no fuera porque hoy se ha convertido en el Dr. Boris Cyrulnik, investigador y científico destacado en Francia, que dedicó su vida a desarrollar ideas que pudieran ayudar a otros a superar experiencias como la que él mismo se vio forzado a afrontar. Muchas personas que han leído o escuchado esta historia reaccionan pensando: “Caramba, ¿qué son mis problemas al lado de lo que tuvo que superar este pobre chico?”. Y con solo provocar esa reacción ya estaría ayudando a mucha gente a relativizar sus dificultades y a enfrentarlas con mayor serenidad. Estudió, enseñó y escribió durante muchos años y sigue haciéndolo. Y además , recorre el mundo difundiendo sus ideas, sobre el concepto de resiliencia.
¿LA AUTOESTIMA ES LA CLAVE DE LA FELICIDAD? CAUSA DE FRACASOS
¿LA AUTOESTIMA ES LA CLAVE DE LA FELICIDAD? CAUSA DE FRACASOS
Hasta que punto la buena o mala opinión que uno tiene de sí mismo es culpable del fracaso escolar, la delincuencia o las adicciones?
El bienestar emocional de Marta Gómez, de 31 años, depende casi por completo de cómo se siente respecto de su apariencia física.
A pesar de que es delgada y atractiva, está profundamente influenciada por los cánones de belleza que aparecen en los medios de comunicación, y se impone criterios estéticos extremadamente exigentes —e inalcanzables— cuando se mira en el espejo. Marta está convencida de que cualquier descuido en su imagen corporal, como unos kilos de más o una mancha en la piel, puede socavar irreversiblemente sus relaciones sociales y laborales.
Enrique Castell, un economista de 35 años, es un perfeccionista absoluto, debido al sentimiento de incompetencia que lo persiguió durante toda su vida. En el trabajo, planifica con meticulosidad las tareas que emprende, para evitar cualquier error. Es incapaz de delegar tareas en sus compañeros y, cuando no le queda otra alternativa que hacerlo, el control se vuelve asfixiante: supervisa todo el proceso para asegurarse de que se hace de acuerdo con su plan, y cualquier crítica del subordinado desata su ira, ya que es percibida como un ataque personal o un desafío a su autoridad.
Castell sólo se siente satisfecho consigo mismo silos resultados están al mismo nivel que su ideal de perfección. Cada vez que algo no sale como estaba planeado en la oficina, situación que ocurre con relativa frecuencia, aflora su trauma de incapacidad. Además, el temor al fracaso hace que eluda los desafíos en los que hay que asumir riesgos, lo que abona su obsesiva sensación de incompetencia.
Álvaro encuentra comprensión en su banda Álvaro tiene 16 años y repitió el Polimodal. Está desmotivado; sus padres nunca lo felicitan por sus logros y siempre lo comparan con sus otros dos hermanos más aplicados y responsables.
Además, Alvarito, como lo llaman en su casa, es sensible, tímido y desgarbado, lo que lo convierte en el blanco de agresiones físicas y bromas pesadas por parte de sus compañeros. Pero en los últimos tiempos, la situación cambió. Conoció a una banda de chicos también frustrados. Bebe alcohol, fuma marihuana y participa en violentas peleas para ser aceptado. Dentro del grupo, se siente seguro y con un estatus que nunca alcanzaría fuera de él.
Marta, Enrique y Álvaro tienen básicamente un mismo problema psicológico que los hace infelices: están atormentados por la idea de que sus defectos, reales o no, los convierten en personas menos valiosas. Sin duda alguna, su nivel de autoestima está por el piso. ¿Pero qué es la autoestima? ¿De qué manera influye en nuestras vidas? ¿Nacemos con ella o la adquirimos? ¿Puede debilitarse? Y si es así, ¿es posible reforzarla?
Los psicólogos coinciden en subrayar que la autoestima es, ante todo, un producto de las experiencias vividas en la niñez y la adolescencia. “De forma sencilla, puede definirse como la percepción equilibrada de nuestros puntos fuertes y débiles, esto es, el reconocimiento objetivo de uno mismo, aceptando lo bueno y lo malo de nuestra personalidad”, dice el psicólogo español Enrique García Huete.
LA AUTOESTIMA SE LESIONA EN LA ADOLESCENCIA:La Mayor parte de los psicólogos coinciden en afirmar que la autoestima es en parte un producto de la experiencia vividas en la adolescencia y que en la edad adulta zozobra. Algunos de los factores que pueden influir en forma perniciosa en la imagen que amamos de nosotros mismos son los siguientes:
El afecto condicionado: “Te quiero ¡Te aceptamos en el grupo si…”
La sobreprotección paterna, sobre todo cuando está dirigida a cubrir una debilidad o incapacidad del hijo que la recibe.
Ser receptor habitual de amenazas y abusos.
Ser el blanco de la crítica excesiva, la humillación y el ridículo.
Crecer en una familia con baja autoestima.
Crecer en una familia muy exigente.
Esperar de uno mismo logros inalcanzables.
Ser alentado para estar siempre pendiente de lo que puedan pensar los demás de uno mismo.
Ser comparado con los hermanos, amigos o personas de la misma edad que se destacan por algo: “Deberías aprender de Fulanito, que…”
La exclusión de un grupo por no adecuarse a él por cualquier motivo.
La imposición paterna de actividades, como la participación en deportes competitivos o el aprendizaje de un instrumento musical, no compatibles con el talento o los deseos del niño.
Hay que tener mucho amor propio
La autoestima sólo se entiende si se consideran dos elementos psíquicos: por una parte, el auto concepto o conciencia que cada persona tiene acerca de sí misma, es decir, cuáles son los rasgos de su identidad, cualidades y características más significativas, para bien o ara mal, de su manera de ser; por otra, el amor propio, un sentimiento tan fundamental como legítimo de aprecio hacia nuestra propia persona que sirve de acicate para relacionarnos socialmente y fijarnos metas en la vida. La imagen que construimos acerca de quiénes somos o cuál va a ser nuestra identidad, la elaboramos mediante la conducta que desarrollamos.
Por otra parte, cuando la interpretación que efectuamos de nuestra persona o que percibimos que los demás hacen de nosotros aparece distorsionada, la autoestima corre el riesgo de desmoronarse. “La mayoría de las personas, en algún momento de su vida, sufrirá una cierta disminución de la autoestima. El espectro abarca desde aquellos cuya creencia en sí mismos sólo flaquea ante graves presiones o profundas crisis existenciales hasta quienes dudan de si en todo momento y en toda circunstancia. Son escasos los individuos cuya autoestima es tan sólida que pueden resistir todos los embates imaginables”, asegura el escritor John Caunt en su libro Eleve su autoestima.
Una persona de éxito escondida detrás de una mascara
De hecho, más de uno se sorprendería al comprobar que gente considerada exitosa y segura de sí misma se siente en realidad un fraude, un fracaso o no suficientemente valiosa. No le sobra razón a Caunt cuando advierte que muy pocos son inmunes a este daño, pero aquellos que tienen una imagen negativa de sí profundamente arraigada poseen antenas más sensibles y son menos aptos para defenderse de los golpes de la vida.” Además, los individuos con la autoestima herida son un blanco fácil para quienes intentan contrarrestar sus propios sentimientos de inferioridad controlando a los demás.
“Una baja autoestima o una percepción errónea de sí mismo conduce inexorablemente a miedos, inseguridades, temores, frustración e incluso, según el grado, aislamiento”, comenta García Huete. La situación contraria es igualmente válida. “La persona con la autoestima sobrevalorada —agrega este psicólogo— es incapaz de hacer una atribución interna del fracaso: la falla siempre está en los demás o tal vez en mala suerte”.
La ventaja de que sea equilibrada
Como no podía ser de otra manera, el equilibrio está en el medio. La autoestima armoniza permite conocernos y aceptarnos tal como somos, consolidar y nutrir nuestra imagen interna mantener la motivación ante las adversidades y afrontar nuevos desafíos y aspiraciones.
Nadie niega el hecho de que autoestima desempeña un papel nada despreciable en la salud psíquica. De ahí, el interés de los psicólogos por preservarla y potenciarla, sobre todo en una sociedad como la nuestra marcada por estrés, la competitividad, la presión laboral, la crisis de valor éticos y unos estereotipos social inalcanzables para la mayor p te de la gente. Ahora bien, si u idea sólida de nosotros mismos fuente de tantos beneficios, cabe preguntarse lo siguiente: ¿la baja autoestima conlleva a trastorno psicológicos individuales y, por ende, sociales?
Fuente de todos los males de la sociedad
Durante bastante tiempo, un considerable grupo de expertos argumentó que es posible mejorar la condición humana con el refuerzo de la autoestima. Partiendo de esta premisa, el gobernador de California, George Deukmejian, puso en marcha en 1987 un programa estatal con el objetivo de elevar la autoestima de todo el Estado. Su impulsor, el entonces miembro de la cámara regional John Vasconcellos, defendía la tesis de que con el estímulo de la autoestima de los jóvenes se alejaba el fantasma de la drogadicción, la delincuencia, los embarazos no deseados y el fracaso escolar, entre otros males de la sociedad. Tres años después, se hizo público un informe titulado La importancia social de la autoestima que consideraba que ésta era la vacuna que remediaría todos los males de la sociedad moderna.
De categoría psicológica a derecho adquirido
Aunque el informe tenía poca solidez científica, sus conclusiones se tomaron como ciertas y alentó la aparición de una corriente de pensamiento en esta dirección. Por ejemplo, David Long explicaba en su libro La anatomía del terrorismo (1990) que la escasa autoestima era la piedra angular de todos los actos terroristas, y Gloria Steinem publicó en 1992 Revolución desde adentro: el libro de la autoestima, que se convirtió en la Biblia del movimiento feminista. Paralelamente, las autoridades educativas lanzaron programas destinados a elevar y cimentar la autoestima de los chicos y los empresarios recibían la consigna de que la clave del éxito radicaba en elevar la autovaloración del personal.
Hoy, en cambio, la autoestima no es considerada la solución a todos los males. En efecto, los estudios más recientes señalan que el refuerzo de la autoestima sí aumenta claramente la perseverancia para afrontar un traspié o un fracaso, y favorece las relaciones sociales y el establecimiento de nuevas amistades. “Las personas con una buena imagen de sí mismas seguramente inicien sin especial dificultad conversaciones con desconocidos, mientras que los faltos de autoestima rehúyan tomar esta iniciativa, quizá por miedo al rechazo”, dice García Huete.
En cuanto al éxito en el amor, la cuestión no está tan clara. En 2002, la psicóloga Sandra L. Murray y sus colegas de la Universidad de Buffalo, en Nueva York, descubrieron que los faltos de autoestima desconfían de las manifestaciones afectuosas de su pareja y temen constantemente ser rechazados. Pero esto no demuestra que sean más propensos a romper una relación. Más bien sucede lo opuesto: quienes tienen una elevada opinión de sí mismos son más proclives a resolver los conflictos amorosos abandonando a la pareja y buscando otra nueva.
La autoestima no alienta al estudiante a esforzarse más
Desde no hace mucho, se sabe también que un deficiente sentimiento de aceptación y aprecio de uno mismo constituye un factor de riesgo en relación con los trastornos alimentarios, sobre todo en el caso de la bulimia, según algunos investigadores. Y la revisión de varios trabajos psicológicos permite establecer una coherente relación entre la imagen de uno mismo y la felicidad: los individuos con un buen grado de autoestima confiesan ser más felices que los demás y tienen menor riesgo de caer en una depresión.
Por otro lado, los estudios modernos cuestionan la creencia de que una autoestima elevada prevenga el fracaso escolar. No existen indicios que avalen la idea de que aliente a los estudiantes a esforzarse más.
Otro tanto ocurre con el abuso del alcohol y las drogas, donde los trabajos publicados hasta la fecha resultan ambiguos y nada concluyentes. Mientras que unos no indican ninguna relación causal entre la baja autoestima y el alcoholismo y la drogadicción en jóvenes, otros estudios advierten una ilación entre la autoestima desmesurada y el consumo abusivo de alcohol, así como entre el uso ilícito de drogas y la baja autoestima. Por último, las conductas agresivas y la violencia tampoco pueden ser relacionadas, como se creía, a un déficit de autoestima. Contra lo que cabria esperar, algunos investigadores observaron que los que cometen ciertas agresiones pueden tener una opinión bastante buena de sí mismos.
COMO DESARROLLAR LA AUTOESTIMA | |
1 | Conózcase: interesante para usted, sólo así podrá ser interesante para los demás. |
2 | Aprenda a reírse de Ud. mismo y aceptar los aspectos humorísticos de la vida y de los demás. |
3 | Adquiera Flexibilidad para poder responder a los desafíos, y no limitarse a los extremos del éxito y el fracaso. |
4 | Acepte sus miedos e inseguridades |
5 | Reconozca sus errores, pues no debe estar atado a una imagen de perfección. |
6 | Incorpore una actitud de apertura hacia nuevas ideas, experiencias y posibilidades. |
7 | Decida tener tiempo para tareas humanas esenciales, tales como jugar, leer, poner en orden las ideas, tener amigos, amar. |
8 | Desarrolle un orgullo de pertenencia, la comunidad de origen y el lugar de trabajo no deben verse como fuente de identidad prepotente, sino como raíz valorada y fuente de legítimo orgullo. |
9 | Permítase pensar más allá de las creencias y los valores convencionales, La auténtica autoestima se basa en la adopción de juicios y conductas que surgen de la propia conciencia de lo que es apropiado decir o hacer. |
Es Ud. Una Persona Asertiva?
No es ningún secreto una de las facetas más importantes de nuestra vida son las relaciones sociales. Prácticamente en todas las cosas que realizamos existe un componente de interacción con los demás, ya sea en el ambiente familiar, en el lugar de trabajo y estudios o en los ratos de ocio, que determina en gran medida la consecución o no de la felicidad.
Una de las habilidades sociales fundamentales para interaccionar correctamente con los demás es la asertividad. Se trata de un concepto que ha sido tergiversado por ciertos libros de autoayuda y cursos orientados a cómo cosechar el éxito estando por encima de los demás,
no dejándose apabullar y erigiéndose como un líder nato. Según los psicólogos, la asertividad es una conducta bien distinta a esto. La psicóloga Olga Castanyer la define de esta forma en su libro La asertividad: “Es la capacidad de autoafirmar los propios derechos, sin dejarse manipular y sin manipular a los demás”. El estilo asertivo se halla a medio camino entre el pasivo o sumiso, que es incapaz de defender sus derechos e intereses personales, y el agresivo, que los salvaguarda en exceso sin tener en cuenta los de los demás.
“El que una relación nos resulte satisfactoria -dice Castanyer— depende de que nos sintamos valorados y respetados, y esto, a su vez, no depende tanto del otro, sino de que poseamos una sene de habilidades para responder correctamente y una serie de convicciones o esquemas mentales que nos hagan sentir bien con nosotros mismos.”
Las personas que tienen o aprenden este talento son llamadas asertivas y, sin duda alguna, tiene mucho que ver con la imagen que tenemos de nosotros mismos. “La asertividad hay que situarla muy cerca, como una habilidad que está estrechamente ligada al respeto y el cariño por uno mismo y, por ende, a los demás”, comenta Castanyer en su libro.
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